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Cuatro generaciones de idioma materno-paterno.

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21 de Febrero de 2018 - DIA DE LA LENGUA MATERNA.
Artículo en DIARIO INDICADOR POLITICO de Mejico.
Por Giorgio Silfer (fundador de la CIVITO)

Cuatro generaciones de idioma materno;

 mejor dicho, paterno.


(Articulo publicado en ocacion de la celebracion del
dia de la lengua materna en Mejico.)
https://www.youtube.com/watch?v=aSaODRxw28w

Aunque sea de lejano (evidentemente muy lejano) origen italiano, esa panadería sirve un café, para mí, casi imbebible: afortunadamente el que encontré en Chicago era peor. Me consuela, sin embargo, el aroma de pasteles, croissants, bizcochos y, sobre todo, la presencia de clientes como Julieta, la madre, de Benito, el hijo, de Linda y Fausto, los nietos. 

Si el abuelo estuviera presente, serían cuatro generaciones de hablantes de esperanto en una misma familia aquí, en Ciudad de México.

Es el tercer sábado del mes, y la comunidad esperantófona de la capital se encuentra como de costumbre en esa panadería de la avenida Revolución. Hay de todas las edades: desde Guille que tiene ocho años, hasta una señora más que octogenaria; unas veinte personas que ejemplifican la vitalidad del esperanto. Un idioma con este diapasón intergeneracional nunca morirá.
No lo hablan todos en el mismo nivel, y cuando dos chicas de preparatoria descubren en la revista
Literatura Foiro (Feria Literaria) uno de mis breves poemas —escrito quizás en Praga eilustrado por una belleza desnuda—, una rápidamente ayuda a la otra, más que curiosa, a comprender los versos. Caen sobre unas palabras aún no conocidas, y Víctor, estudiante de la UNAM, les ayuda. No obstante, todos resbalan sobre una cáscara de plátano: el vocablo “prone”, un adverbio cuya raíz existe en español; sin embargo, parece que los jóvenes sólo conocen “supinamente”. Mi
esposa se los explica en esperanto con referencia al castellano, así que desde ahora también el léxico mexicano de esos jóvenes es un poco más rico.
El 21 de febrero es el Día Internacional de la Lengua Materna, por lo que mi interés vuelve a Julieta y su simpática familia. Su padre le enseñó el esperanto cuando era niña, y ella hizo lo mismo con su hijo, quien a su turno se ocupó de la socialización primaria de los suyos. Como para la abuela, para los dos chicos el esperanto también es idioma paterno, más que materno.

En la comedia La familia de Anto Speri , escrita originalmente en la lengua de Zamenhof, todo el núcleo familiar habla esperanto como lengua materna, aunque haya sido el padre quien lo enseña-
ra a sus dos hijas. Lo mismo pasa con un amigo de la hija mayor, adolescente como ella, resultado de la unión de una búlgara y un gallego, y también con la hija de un amigo de Anto, proveniente de un país vecino. Pero, ¿dónde estamos? En alguna parte de Europa, en alguna ciudad cerca del Danubio: así sucede a menudo en mis dramas. Y, ¿cuándo? En la última década del siglo XX.
Los tres casos reúnen toda una gama micro social: Liza y Sara (las hijas de Anto y Klara), quienes aceptan y viven el esperanto; el huérfano de madre eslava, transterrado en Galicia, con madrasta totalmente extraña y padre siempre ocupado en su trabajo, quien hubiera rechazado el esperanto si no hubiera sido por la amistad epistolar con la contemporánea Liza; mientras que la tercera muchacha, cuyo padre le habló en el idioma étnico solamente una vez
(cuando hubo un incendio en la casa), sabe expresarse mediocremente en esperanto, por lo que lo rechazó.
Pierre Bovet, el grande pedagogo ginebrino (también esperantófono), se ocupó un día del sentimiento religioso en los niños. Concluyó que existe una relación entre el amor a la figura paterna y la capacidad de creer en Dios. Quizás algo así pasa con los idiomas.

Anto Speri, profesor de escuela secundaria acostumbrado a vivir en una sociedad del Este de Europa durante el cuarentenio del partido único, y después sumido en los problemas inmediatos
de la transición económica y política, es un personaje que tiene sus respuestas. Cuando vacila dar abrigo a Sasho (el huérfano),
quien está escapando de su padre y huyendo hacia Bulgaria, su hija le recuerda lo que aprendió de Anto mismo: si preguntas a un campesino de Transilvania si es magiar o rumano o suevo, él te
contesta: “Yo soy de aquí”; y Sasho también es de aquí, de Esperantia. Y cuando Liza le pregunta sobre Dios, Anto le recuerda lo que contestó once años atrás, cuando estaba en primer año de Pri-
maria: “¿Dios se escribe con mayúscula?”, “Pues claro que sí...”; a lo que añadió enseguida: “...si es la palabra con la que comienza una nueva frase”.
Se dice “lengua materna”, cuando en esperanto se prefiere “gepatra lingvo” (un adjetivo dual, como «parental », o sea lengua de ambos progenitores); además, se dice “amor a la patria”, en lugar de “amor a la matria”, mientras que los esperantistas prefieren hablar de “amor por su idioma” porque, en verdad, nuestra lengua es nuestra nación, y no lo contrario.

La UNESCO dice que hay cerca de seis mil idiomas en el mundo. De ellos, el 96 % es hablado solamente por el 3% de la humanidad. Por lo menos la mitad va a desaparecer en este siglo
XXI, como ya sucedió con otros en las últimas décadas. Cuando muere un idioma no se pierde solo un instrumento de comunicación, sino también un medio de identidad. El esperanto tiene un
pasado y un presente (con una vasta literatura) y un futuro, quizá porque ayuda a ser bi o trilingüe, y da a sus hablantes un horizonte identitario que abraza a toda la humanidad.-
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